Se habla mucho también en estos días de una generación perdida, la de unos jóvenes que se han formado con esfuerzo bajo las expectativas del estado del bienestar y que, apenas en unos meses, se han topado con la cara más feroz del capitalismo, la que les considera como simple proletariado, es decir, mano de obra de reserva abundante y barata. Quizá las expresiones suenen arcaicas, pero no sólo el capitalismo, también las ideas que lo acompañan y definen, se mueve por ciclos.
Algo completamente nuevo en términos sociológicos y políticos y, por tanto, impredecible en este panorama es que el estado del bienestar, lejos de generar proletarios en un sentido clásico, ha parido unas clases medias cultas y exigentes, es decir, con voz y voto, cuyos hijos se muestran, hasta el momento, indignados. Hasta ahora se han limitado a pedir, casi por favor, a políticos y banqueros que cambien de actitud, todo dentro de lo esperado de la clase media, pero parece obvio que esta situación no es sostenible a largo plazo.